Según un estudio sueco publicado en la revista de la Asociación Europea de Diabetes, Diabetología, una infancia triste para un niño, como un divorcio o una enfermedad o la muerte de un familiar cercano, podrían hasta triplicar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 1.

El estudio que confirma que una infancia triste puede ser un efecto desencadenante de una diabetes tipo 1 o diabetes juvenil, cuenta con una elevada participación, en total casi 10.500 familias participaron en la recolección de datos con niños nacidos en el sur de Suecia entre octubre de 1997 y el mismo mes del año 1999. Los niños tenían entre dos y 14 años de edad con un único requisito, no haber sido diagnosticados con diabetes tipo 1.

Después de su inclusión en el estudio, 58 niños fueron diagnosticados con diabetes tipo 1. Como el objetivo de los investigadores, de la Linköping University, era averiguar la posible influencia de eventos dramáticos o de una infancia triste en dicho diagnóstico, lo que se hizo fue elaborar detallados cuestionarios dirigidos a los padres. Fue en el análisis de esas respuestas donde los autores, dirigidos por Maria Nygren, encontraron sus respuestas.

Y lo que se demostró es que los niños que habían experimentado una infancia triste y que incluyen los acontecimientos anteriormente mencionados, eran casi tres veces más proclives a padecer la enfermedad que los que no lo habían hecho, incluso después de ajustar los datos con factores que podrían influir, como la predisposición genética o el tamaño gestacional.

A pesar de la importancia de sus hallazgos, los autores apuntan al mayor peso de la genética, ya que los niños con familiares afectados por al enfermedad eran 12 veces más proclives a desarrollarla. «El estrés psicológico o infancia triste debe de ser tratado como un factor de riesgo potencial y así ha de estudiarse en futuros estudios epidemiológicos, por ejemplo en relación al riesgo genético», escriben los autores.

Aunque es difícil aventurar las causas de esta recién descubierta relación, los investigadores suecos apuntan a la hipótesis del estrés de las células beta, que afirma que en una experiencia infantil traumática puede contribuir al estrés de estas células incrementando la resistencia a la insulina y la demanda excesiva de esta hormona.

Otra posible explicación es más generalista y señala al vínculo observado entre el estrés y el sistema inmunológico, que suele estar descompensado en casos de estrés crónico y que podría hacer que las propias defensas actuaran contra las células que producen insulina.